domingo, 27 de noviembre de 2011

Estrategias para dar valor a los contenidos digitales


La semana pasada se celebró en Madrid la edición anual de FICOD, la feria internacional de contenidos digitales. Como de costumbre, el programa era absolutamente interesante y como además de ir a congresos, hacer networking y autopromocionarse, es importante trabajar, acabé por perderme algunas de las ponencias que más me llamaban la atención.

Una de ellas era la realizada por iClaves para presentar su informe "El precio de los contenidos digitales. ¿Qué valor económico otorgan los ciudadanos a los contenidos digitales?". Considerando que trabajo en un sector que se basa en el F2P o Free To Play, me resulta muy interesante qué valor tienen para nuestro público los contenidos que les proporcionamos. Porque con el auge del 2.0, se nos llena la boca hablando de marketing de contenidos, pero a veces olvidamos que la oportunidad que ofrecen las nuevas tecnologías para difundir contenidos ha creado una generación de prosumidores, y la gente que difunde sus propios contenidos de forma gratuita, lógicamente, tiene dificultades a la hora de considerar que los contenidos que difunden los demás deban tener un precio.

Además de estos, también existe un núcleo importante de personas que parten del presupuesto de que Internet es gratis y punto. Es el eterno debate sobre los derechos de autor. ¿Hasta qué punto puedes cobrarme por un disco lo mismo que pago por una conexión a Internet con la que puedo descargarme los discos que quiera?

Este debate es largo y complejo y por tanto no se ajusta bien al formato de post. Sin embargo, lo que trasluce el informe de iClaves es que existe una buena predisposición a pagar por parte de la mitad de los usuarios que consumen contenido digital. Curioso contraste con la realidad de las personas que pagan a día de hoy por los contenidos digitales, que es francamente escasa en términos representativos.

En mi opinión, podemos encerrarnos en nuestra torre y exigir que valoren nuestro trabajo, podemos pedir menos, o podemos ofrecer algo más. La primera actitud es la de la SGAE, que ha sido reconocida este año como la institución peor valorada de España; creo que eso lo dice todo. La segunda actitud es la de opciones como Spotify, que por 10 euros al mes en su modalidad más cara ofrece acceso ilimitado y multidispositivo a un catálogo amplísimo de música; un precio que probablemente no es sostenible si no es pagado por un gran público, pero que al menos resulta suficientemente asequible como para aspirar a ese público mayoritario.

La tercera estrategia es la más creativa y me parece que se utiliza poco, por eso quería destacar el caso del lanzamiento del nuevo disco de Bigott (Grabaciones en el Mar, 2011). Un concepto a lo Charlie y la Fábrica de Chocolate: 10 de los discos contienen entradas ilimitadas a todos los conciertos de Bigott y uno de ellos, además, a todos los festivales en los que participe el artista.

Me parece una idea magistral. ¿Qué coste suponen para la discográfica esos 11 lotes de entradas? Probablemente, cero. Incluye el componente de reto y de azar, y hace que el disco sea un producto deseable, que la compra sea urgente.

Habrá que ver cuántas copias son capaces de vender (a mí personalmente me parece un disco maravilloso, además de un lanzamiento brillante; eso, claro, ayuda), pero a priori creo que las grandes discográficas deberían aprender algo de los pequeños sellos alguna vez.

domingo, 13 de noviembre de 2011

KISS

¿Han escuchado hablar del acrónimo KISS? Quiere decir "Keep It Simple, Stupid", y básicamente es un alegato minimalista. Se utiliza con muchísima frecuencia en publicidad (aunque hoy en día, viendo según qué anuncios, no lo parezca) y, sobre todo, en diseño gráfico.

[Excurso: Hace muy poco me reencontré con Dalber Candido (@dalbercandido), compañero de estudios en Sevilla, y me mostró GFDA, Good Fucking Design Advice. Su lema es muy parecido, solo que además de la simplicidad absoluta, incluyen la palabra "fucking" en todos sus consejos para diseñadores. Lamento decir que debo de tener una mentalidad muy infantil, porque me parece que en términos de efectividad, se multiplica por diez. Les recomiendo que echen un ojo a su web, de la que actualmente he sacado dos de mis tres fondos de pantalla.]

Pues bien, yo, que soy doña retorcida, que adoro las oraciones subordinadas, que no sé escribir sin llenarlo todo de comas, debo decir que estoy pensando mucho últimamente en lo de la simplicidad. Procuro hacer mis mensajes cada vez más cortos y más directos a pesar de mi tendencia casi incorregible a la narrativa.

Pero es que, además, es algo que deberíamos aplicar a todo lo que hacemos. A nuestra vida cotidiana (si alguien no te hace feliz, no le veas. Si tardas más en apuntar una tarea que en hacerla, hazla en lugar de dejarla para luego), por ejemplo.

Os traigo un ejemplo de simplicidad máxima: Sinuous (ya que estamos, diré que ese nombre, en cuanto a sencillez, es mejorable), un juego en HTML5 al que estoy segura de que se podría enganchar casi cualquiera. ¿Por qué? Porque es increíblemente sencillo. Pinchad sobre la imagen para probarlo.


Es muy difícil ser sencillo. Pero habrá que practicar.

sábado, 8 de octubre de 2011

Cuando el medio sí es el mensaje (y está bien hecho)

Un buen día, un amigo se suscribe en Spotify a una lista llamada "Esta lista no se escucha, se lee". Como en el "No pienses en un oso blanco", el impulso inmediato es abrirla para escucharla. Pero nunca llegas a ese punto, porque al abrir la lista te encuentras esto:


Y es probablemente el mejor CV del mundo.

En el sector de la publicidad casi todo el mundo conoce casos de CVs espectaculares. Y es que si hay un sector donde el personal branding tiene sentido, es este, evidentemente, porque es el único donde tienes que saber de branding, en primer lugar. Hay gente muy buena en publicidad y el primer paso es entrar en una agencia, un proceso que según tengo entendido se parece bastante a la Divina Comedia

En ese sentido, quizás a nadie le impresione gran cosa a priori, pero esta lista tiene más de 1000 suscriptores. Y a quien me pregunte por el call-to-action, las últimas canciones componen su nombre y número de teléfono.

Si alguien es capaz de escribir un CV con las piezas de puzzle que tiene a su servicio en una base de datos de canciones, entonces creo que es capaz de escribir cualquier cosa.

Estoy deseando tener que contratar un copy y poder encontrar uno así. La envidia me corroe, honestamente.

martes, 27 de septiembre de 2011

Privacidad, novedad y competencia: los cambios en Facebook

Si a estas alturas no te has enterado, probablemente no tienes Facebook: son tiempos de cambios en Facebook. Para algunos más que para otros, ya que van testando las funcionalidades nuevas en diferentes perfiles y, en el caso de cambios tan radicales, sembrando el desconcierto. ¿Qué ha pasado?

- Las suscripciones. Por algún motivo, las páginas no acaban de encajar con las funciones que tienen las cuentas de twitter. Yo, que sigo siendo una lingüista aficionada, deduzco que es un problema de que se llamase "Me gusta". Decir que alguien "te gusta" suele ser falso. Me interesa, en todo caso. Eso está resuelto: ahora puedes tener dos perfiles en uno, y distinguir "Amigos", con los que llevar una interacción más próxima y compartir más información, y "Suscriptores", filtrando las publicaciones para que completos desconocidos puedan seguirte sin compartir con ellos tu plan del viernes por la noche. Esto es un acierto increíble. A mí me permite borrar de un plumazo en torno a 150 amigos que en realidad son sitios o artistas que no migraron sus perfiles a páginas. Gracias, Facebook.

- Listas de contactos más sencillas. O eso parece. Un buen día, Facebook ha decidido que te interesa distinguir a tus mejores amigos de la gente que vive en tu zona, de la gente que trabaja contigo, y te los ha separado en listas. Que probablemente es una buena idea y que les permite competir con la fascinación que han ejercido sobre mucha gente los círculos de Google+. Pero que a quienes utilizábamos listas de contactos desde hace mucho tiempo de forma diferenciada lo que nos ha producido es un ruido inmenso en la gestión de con quién compartimos qué. Por dos motivos, que me parecen dos grandes errores: 

  • No advertir de que se van a producir los cambios y/o (a ser preferible, y) permitir elegir si queremos o no utilizarlos. ¿Recuerdan aquel Facebook que ahora suena añejo, donde uno añadía o quitaba cuadros (luego pestañas) para utilizar cada funcionalidad? ¿Dónde quedó aquella idea fantástica de Facebook como collage de opciones?
  • Olvidarse de lo que ya hacían bien (principio de "si funciona, no lo toques"); yo hacía mucho tiempo que tenía configurado un targeting por defecto. ¿Qué pasó? Durante los dos primeros días, tal cosa había desaparecido y cada publicación aparecía con las opciones de privacidad de la anterior. Nada recomendable para quienes creíamos que seguíamos ocultando nuestra actividad. Afortunadamente, y de nuevo gracias, Facebook, ahora se puede cambiar la privacidad sobre las publicaciones antiguas. Algo inmensamente práctico para los que somos dados a cambiar de vida, y necesitamos varias "listas negras".

- El ticker. O Teletipo. O Información inmediata. Según en qué grupo de testeo te encuentres. Consiste en una barra derecha donde se publica todo tipo de información sobre tus contactos. Y ahí viene el primer problema: todo tipo. Facebook se ha visto inundada de mensajes pidiendo a los contactos que se eliminen su suscripción (sí, puedes "desuscribirte" de tus amigos; porque, para qué engañarnos, también pasa al contrario y todos tenemos amigos a los que adoramos pero de los que no necesitamos tener información permanentemente. Pesados somos todos. Pregunten a mis contactos, si no) de los "Me gusta" y "Comentarios". Porque ahora, si tú publicas con tranquilidad un comentario sobre el estado de tu mejor amigo, inmediatamente es de dominio público. Curiosamente, mientras se hacen estos cambios nadie ha pensado en actualizar simultáneamente mi bienamada pestaña de "Configuración de la privacidad", que ahora mismo tiene un mensaje que resulta casi un despropósito de puro overpromise.


Gracias por la buena voluntad, pero no, no puedo controlar cómo me conecto, porque no tengo forma de permitir a qué quiero que se suscriban mis amigos, y eso sin haber activado el servicio de suscripciones. Llamar "Suscripción" a la información que reciben mis amistades implica que yo debería permitir la suscripción, ¿no? Se me ocurre...

- A cambio, con toda esta información inmediata y gracias al enlace de Facebook y Spotify, en el nuevo apartado de Música, en tu pestaña de Inicio y en teletipos puedes ver en tiempo real la música que escuchan tus amigos. Hace unos días que está siendo una delicia sincronizar bandas sonoras con mis contactos. Incluso a pesar de los fallos previsibles en un lanzamiento, como no poder abrir directamente playlists y discos desde Facebook, que son un incordio, pero espero que se solucionen próximamente.

- El timeline: y esto es m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o. Si aún no lo han cotilleado, pueden esperar al próximo fin de semana, o seguir este tutorial de AERCO. Yo ya no podría vivir sin él. Es tan bonito, tan agradable y tan sencillo que simplemente apetece utilizarlo, cosa que no sucedía con el perfil anterior. Es como tener un scrapbook donde eliges qué destacar y en qué momento. Con eso, Facebook consigue atraer incluso contenidos anteriores a su creación: la inclusión de hitos vitales, que se reflejan también en el nuevo mapa, puedes dejar constancia de algunos de los momentos más importantes de tu vida. Y si no lo eran, no pasa nada: puedes expandir cualquier publicación anterior que pareciera intrascendente para darle protagonismo en tu perfil. Por una vez, Facebook ha creado un desarrollo realmente flexible, que permite múltiples usos. El timeline es un diez.

- Los titulares: y esto, francamente, me pone de muy mal humor. Porque después de haber vuelto a cambiar la configuración de mi página de inicio para ver a todos mis amigos y de haberme tomado el trabajo de ocultar una a una a personas y páginas menos interesantes, me encuentro con que ahora es Facebook quien decide mi dieta informativa. Entre las publicaciones de mis amigos. Se acabó la ordenación cronológica: ahora el concepto de tweetstar también rige Facebook. Me ha pasado un poco igual con el descenso de las notificaciones por e-mail: quizá lo agradezca, pero me pregunto por qué esa condescendencia que te hace pensar que veo todas las noticias o recibo todo por e-mail porque no quiero cambiarlo, en lugar de porque prefiero tener accesible toda la información en todas partes.


En conjunto, me queda la pregunta de si no es posible dar a los usuarios el poder de decisión sobre su propia información (producida y consumida). Creo que el pavor ante la aparición de otras redes con potencial (y dejémoslo ahí, porque de momento Google+ no deja de oler a globo pinchado) no debería producir una avalancha de cambios mal testados (desde aquí hago un llamamiento a Facebook para contratar testers. No me parece serio, tampoco, que tengamos que ser los usuarios quienes valoremos sus traducciones. El prosumo tiene límites, me parece) y que pueden producir un pánico colectivo al perder el control sobre lo que hacen en una página que para mucha gente empieza a parecer, como decía una amiga, "su sitio en el mundo".

¿Y tú, qué piensas de todo esto?

Otras opiniones y más información:
- Una infografía muy ilustrativa sobre el timeline, en RRHH Socialmedia (Social Media Network)
- La relación entre los cambios de Facebook y su competencia, en RTVE.
- Las novedades en gestión del flujo de información, por La chica del Facebook.
- Los problemas con la configuración de privacidad, en Portaltic.
- Novedades de aplicaciones, por Ricardo Mena para AB Internet.
- Una visión sobre la privacidad, por Enrique Dans.
- La relación entre la nueva API y la privacidad, en TIC Beat.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Decir no

Hoy me parece un día perfecto para retomar el blog. Y es que hoy hace un año que rechacé un trabajo.

En estos tiempos de crisis es evidente que las condiciones empeoran, que hay que estar a la que salta, y así una sucesión de frases hechas que no me voy a molestar en repetir porque todos hemos oído mil veces ya, pero que creo que se resumen perfectamente en este reciente artículo de Expansión que promueve la vuelta a la beca después de un parón en la carrera profesional como solución a todos los males.

Sí, la argumentación se sostiene, probablemente, pero me van a perdonar que hoy, en homenaje a la dignidad que mostré hace un año, saque la vena de doctoranda en Sociología y me atreva a dudar de que una argumentación sólida sea por sí misma una muestra de verdad.

Hablo, por supuesto, desde la posición privilegiada de quien cuenta con recursos de muchos tipos que se pueden resumir en un trabajo a jornada completa que me apasiona, una serie de clientes satisfechos y recurrentes que son capaces de valorar que me importen los detalles, una red de contactos de gente con la que se puede tener conversaciones maravillosas y que además consideran que puedo aportarles algo, y, perdónenme también la falta de modestia, de mucho trabajo a mis espaldas, parte del cual incluso me hace sentir orgullosa.

Pero desde esta posición, no, indudablemente no es mejor tener una beca que estar sin trabajo.

Bajo el mito, la frase hecha, de "que la inspiración te pille trabajando", bajo la inercia de estos tiempos de inestabilidad, de trabajo por proyectos y de ser polivalente o morir en el intento, es complicado decir esto y plantarse. Pero me parece necesario recordar que sea cual sea el compromiso que adquiere una persona al entrar en una empresa, tiene una serie de implicaciones:

1) Tienes un trabajo que hacer.
2) Tienes que hacerlo bien.
3) Eso requiere tiempo y energía.

Creo que hasta aquí estamos todos de acuerdo.

Pues bien, a partir de aquí, una beca que no soluciona las necesidades económicas fundamentales de cualquiera (y que, desde mi posición privilegiada de nuevo, puedo resumir en techo, comida, relación con los demás -cada día más difícil de realizar gratis-, reciclaje permanente -lo cual implica el consumo de bienes culturales- y un mínimo de paz mental y tiempo para uno mismo) es una mala idea.

Porque tenemos que darnos cuenta de que tener necesidad de seguir aprendiendo permanentemente no es algo que implique que pueda ser normal tener tres trabajos (mañanas, tardes, y fines de semana), porque entonces todo lo demás se resiente.

¿Realmente queremos hacer mal un trabajo por falta de tiempo y energía? Si la motivación es hacer CV y demostrar que seguimos activos, ¿no deberíamos demostrar resultados, sea lo que sea lo que hagamos? ¿No es preferible decir "no" si no damos abasto que cargar con algo que mina nuestro resultado profesional y nuestra vida personal?

Evidentemente hay casos de necesidad. Pero no creo, sinceramente, que sea el público de Expansión, ni el de este blog. Ese público cree fervientemente en el marketing personal y a veces parece que se olvida de que una de las P's del Marketing es la de Precio.

Hace un año, yo rechacé un trabajo porque era un error estratégico. Estaba en el paro y estaba asustada, como es normal, porque a pesar de haber estado estudiando, un parón de un año en una carrera profesional siempre es algo difícil de justificar. Porque la situación económica y laboral está en ese punto lleno de frases hechas al que he dicho que no voy a referirme más. Pero tuve que plantarme, y decir no. Porque me pedían un compromiso al que ellos no respondían y al que yo no sería capaz de responder si necesitaba complementar mis ingresos. Y, la verdad, porque ni siquiera era lo que quería hacer.

Mi jefe bromea a veces con que si me despidiera, seguiría trabajando a escondidas, y probablemente tiene parte de razón. Me apasiona mi trabajo actual y no podría dejar de hacerlo. No podría dejar de interesarme, de investigar, de probar, de aprender. En esas condiciones, puedo llegar a aceptar que una beca sea una opción preferible que estar en el paro. Pero, y no se lo van a creer, mi jefe, además, entiende que para que sea feliz, proactiva y tenga resultados, tengo que comer y dormir todos los días.

Será que estamos locos.

viernes, 3 de junio de 2011

RSC: la teoría convertida en práctica en el caso XUL

Hace unos años (no muchos, cierto es), cuando estaba acabando la carrera, estaba apasionada con el tema de la responsabilidad corporativa. Por aquel entonces en élogos estábamos empezando con el proyecto de RSC tanto a nivel interno como externo y tuve la suerte de estar en el germen (creo que es una suerte que me está acompañando en mi vida laboral y por la que doy gracias: no paro de aprender cosas) y de poder aprender muchísimo junto al resto de las personas que construimos (y que hoy siguen construyendo) aquello. Me interesó tanto que mi proyecto de fin de carrera se dirigió hacia la implantación de un plan de RSC en PYMES. Confesaré, con distancia, que el proyecto estaba un poco cojo, aunque tenía ideas que posteriormente me han servido al menos para regalar a otra gente metida en la misma aventura.

Ayer me resultó curioso que una de mis nuevas compañeras me preguntase por el tema. Sólo han pasado unos pocos años pero parece que todo lo que estaba por venir llegó (en menor medida de lo que se esperaba, eso sí). La acción social fagocitó la idea de empresa responsable, y sólo una idea bastante más publicitaria que real de ecología le hizo sombra. La dimensión interna de la RSC quedó excluida, mirando desde un rincón a la legislación laboral, que tampoco fue necesariamente a mejor, o reservada para lo que se sigue llamando "una empresa tipo Google".

Supongo que es sobre todo por mi carácter, pero personalmente me parecía mucho más relevante la dimensión interna. Lo que yo entiendo por responsabilidad tiene mucho que ver (aquí llega mi yo-pedante) con una idea kantiana de lo que debería ser la ética. Y eso se demuestra más bien con la gente de tu entorno que con la gente que te saluda desde lejos: más con tus empleados que con tus clientes.

En estos años mi pasión por la RSC ha ido decayendo, en parte por un cierto cinismo que no me ha quedado más remedio que desarrollar como respuesta al cinismo que mostraban, también, el resto de los actores implicados. No señalaré: ya sabéis que no me gusta. Pero busquen "empresas responsables" aleatoriamente y mírenlas de cerca. No creo que haya muchas que salgan bien paradas.

Y sin embargo, en las últimas semanas he encontrado casos reales para volver a creer en la RSC. Mi propia empresa, en la que nos pasamos ayer la tarde analizando la cultura y los valores corporativos y tuve la satisfacción de comprobar que estoy en un entorno que cumple lo que promete: que sabe cómo quiere ser, que ya es así en gran medida, y que está dispuesto a modificar lo necesario para mantener unos valores que no sólo recitamos sino ejemplificamos, todos nosotros, con nuestro comportamiento diario. Y el caso de XUL, que me parece incluso más valioso en tanto que hay que tener mucho más valor para reinventarse que para inventarse a secas.

Después de doce años de experiencia, han concluido que pueden hacerlo mejor. Así que han emprendido un proceso de "Cambio y tuits": "Es un proceso participativo de gestión del cambio en XUL en el que durante una semana vamos a trabajar de forma participativa y abierta todos los miembros de XUL junto a amigos, clientes y colaboradores en la definición de varios aspectos clave de nuestra empresa."

Por una vez, y espero que sea sólo el principio, una empresa que se atreve a hablar de principios activos y de centrarse en las personas, ha decidido poner a sus personas a elegir activamente cómo quieren que sea la empresa que componen. No sólo es original, no sólo es interesante. Es fundamental, es necesario.

Y es inmensamente práctico.

La semana pasada publicaban en El País un artículo titulado "Más felices, más productivos" y, llegados a este punto, no deja de sorprenderme que siga haciendo falta publicar semejantes cosas. Es evidente. ¿Qué vamos a hacer con más ganas, con menos prisas, con más creatividad, que aquello que nos hace felices? [Quizás distraernos. Pero procrastinar es parte integrante del proceso creativo]. Las personas más felices, las que trabajan en grupo, las que tienen margen para cometer errores, son mucho más creativas y obtienen mejores resultados, y más rápido. ¿Una muestra? Si han estado en el proceso de reestructuración de cultura corporativa de alguna empresa sabrán que normalmente lleva meses elegir las prioridades, los valores, los comportamientos, el reflejo que todos estos elementos tendrán sobre la estrategia...

En XUL, en cuatro días "maratonianos", han pedido a sus empleados que trabajen juntos (y junto a otros colectivos clave) para definir cómo quieren a su empresa. Han trabajado todos juntos y uno de los días se han dividido en equipos de trabajo, cada uno de los cuales se ha centrado en un tema o área funcional. Dedicando tiempo a aprender, a descubrir (herramientas, procesos...), a debatir y a reflexionar, han definido:
  • Sus valores corporativos. Que, créanme: funcionan mejor cuando se trata de encontrarlos entre todos que de imponerlos a una plantilla que no encaja con ellos. Así que estoy segura de que XUL cumplirá con las ideas de implicación, responsabilidad, compromiso y creatividad (por la persona que conozco y que ya trabaja allí, no puedo tener la menor duda). Y no soy la única: en la entrada del blog en la que desarrollan la misión, visión y valores, alguien ha dejado el mejor comentario que se puede hacer: "Leer estas lineas es como ver al equipo de Xul, avanti tutta!"
  • Su estrategia de marca. A grandes rasgos, claro: siempre hay tiempo para seguir desarrollando una estrategia. 
  • Su estrategia de servicios. ¿Por qué las empresas no hacen partícipes a sus empleados de estos procesos de decisión? ¿Y si supieran hacer algo con una gran proyección de mercado pero no tuvieran canales para decirlo? ¿Y si la empresa se obsesiona en realizar un servicio con el equipo equivocado?
  • Toda una serie de conclusiones, en fin, que explican mejor ellos en esta otra entrada de presentación de resultados
En el proceso, han involucrado a personas que no conocían la empresa, y han seguido la maratón por Twitter y Facebook. A clientes, que comentan y hacen preguntas desde la página en Facebook. A los empleados, "tan motivados que han desarrollado un lema". 

Participación. Formación. Diálogo. Si alguien sigue creyendo que todas esas cosas, por intangibles, no son "rentables", quizás es mejor que cambie de planeta. Por su bien. 

lunes, 16 de mayo de 2011

¿American Psycho 2.0? Klout no perdona

Bueno, pues a estas alturas hay algo que creo que sabemos todos: Blogger ha tenido la semana pasada la peor caída de su historia. Está siendo una primavera tonta, la de este 2011. Primero, la caída de Amazon generando dudas sobre el cloud computing, y ahora 2 días sin Blogger.

Yo me he incorporado a un nuevo trabajo el pasado martes, y mi llegada a las oficinas de París para el plan de acogida ha coincidido precisamente con un problema con nuestro proveedor de Internet que ha tenido sin conexión a todos los equipos fijos (la WiFi, afortundamente, iba). Trabajo en una empresa de juegos online. Imaginen. Absolutamente nada que hacer. Es un sitio donde "trabajar en local" es una expresión con muy poco sentido. Eso es fabuloso, claro está. Permite que el producto se actualice enseguida, que tengas agilidad para introducir cambios, que te comuniques con la comunidad de jugadores en tiempo virtual. Pero, claro, genera nuevas dependencias.

No pasa nada. Antes, cuando se iba la luz tampoco se podía trabajar (y además, en según qué edificios, era incluso algo siniestro). La caída de Amazon fue bastante seria, sí, pero incluso después de unos días sin Hootsuite se pudo vivir. Y, honestamente, no creo que esto implique que hay más problemas de seguridad que cuando se trabaja sobre servidores propios. Pero en fin. Para gustos los colores. Y toda tecnología necesita a sus apocalípticos, supongo.

El caso es que se cae Blogger y mi TL de Twitter se vuelve loca. Y yo, que últimamente actualizo a finales de semana, directamente doy por perdida mi actualización semanal. Honestamente, tampoco pasa nada. ¿Seguro?

Porque en cualquier presentación sobre SEO te advierten de las penalizaciones que un blog recibe por parte de los buscadores cuando se deja de actualizar. Y debo confesar que pensaba que era un mito pero mi posicionamiento en Google, que me había parecido muy rápido, cayó en picado durante una racha de mucho trabajo a mediados de abril. Y supongo que ahora andará igual. Desaparecido en torno a la quinta página de resultados, que es como no existir.

A finales de abril, también, modificaron el algoritmo de Klout para hacerlo más exigente; y ahora penaliza a aquellos usuarios que tenemos una mala semana y no podemos andar mucho por estos lares. Por si alguien no lo conoce, Klout es una herramienta de medición de la influencia online que aunque está en beta se define con el ambicioso claim "The standard for influence", nada menos. Es una herramienta interesante, la verdad, y además tiene el mismo punto a su favor que le veo a Foursquare: si me das una lista de chapas-trofeos-logros-álbumdecromos para coleccionar, es probable que me acabe enganchando. Me parece algo práctico para complementar las estadísticas de Facebook, que son regulares, la verdad. Y es una herramienta muy intuitiva para ver qué tal funciona tu cuenta de Twitter. Si no digo que no.

Digo que cuando alguien viene con su Klout por bandera, da miedo. ¿Han visto, o leído, American Psycho? ¿Recuerdan esa famosa escena con las tarjetas de visita? A mí me pone los pelos de punta.


Así que, en realidad, siendo sincera, no tengo problema alguno con Klout. Tengo un problema con que Klout aparezca junto a mi nombre en mi perfil de Twitter, es decir, tengo un problema con la integración de Klout en clientes como Hootsuite, y tengo un problema muy serio con el concepto de la tarjeta de visita. Y es que, ya lo dije, de cuando en cuando me sale un punto rancio en el que hecho de menos la vida antes de que todo fuese monitorizable. Todos sabemos, o intuimos, al menos, quién es más influyente que nosotros. No hay necesidad, creo yo, de que a la hora de agregar a alguien me lo coloquen numéricamente en una escala que, además, no me parece realista (otra cosa es que sí me parece interesante su clasificación en tipos de usuarios, que te coloca en diferentes cuadrantes de una matriz en función del tipo de interacciones). Es como el número de followers: mientras la gente siga a otros sin ningún criterio, ¿qué información me da a mí la gente que te sigue?

Puede que tengas un número muy reducido de seguidores, muy selectos. Y que esos no se pierdan ni uno solo de tus tweets. Puede que tengas un montón de seguidores que prácticamente no leen: sólo publican su propio contenido, y siguen a todo el que les sigue. Puede que consigas muchos RT a costa de lo que en IRC se llamaba floodear, no sé si en Twitter tiene un nombre: programar tus publicaciones para colapsar las pantallas de tus seguidores y que todo lo que vean, a cualquier hora, sea tuyo. Pues bien, eso te hará popular. Pero inaguantable.

Honestamente, me gusta saber cuánta gente disfruta con lo que leo, no cuantos me hacen un #ff para ver si se lo devuelvo. Me gusta saber a cuánta gente le resulta interesante el contenido que comparto. Me gusta reconocer a los demás esa capacidad de compartir o crear buen contenido; no necesito que me lo agradezcan públicamente. Nunca he hecho un RT buscando que me mencionen. Dios me libre.

Probablemente me lo esté montando fatal, y de hecho Klout ya me está castigando. Pero, ¿saben qué? Una de las cosas más bonitas que aprendí en el #8DíaC es que hay gente que en su tarjeta de visita tiene puesto "Ser Humano". Yo, de momento, me contento con ser groupie, sin más cargo que ese. Me da la sensación de que mientras agregue a la gente que me divierte y no a la que me conviene, mientras vaya a los sitios a ver y no a dejarme ver, escriba sobre lo que me interese y cuando mi maravilloso trabajo nuevo me lo permita, seguiré disfrutando de lo que hago. Y sin disfrutar, no se comunica, señores, créanme.

sábado, 7 de mayo de 2011

Y tú, ¿qué querías ser de mayor?

Ayer por la tarde estuve dando una pequeña charla sobre cómo usar Internet de forma más prudente a una clase de niños de 11 años, por petición de una profesora del máster. Es una de esas cosas que parece mucho más sencilla cuando la piensas que cuando te pones a hacerla. ¿De qué hablarles a quienes conocerán como la palma de su mano una "parte" de Internet por la que yo me muevo poco? La verdad es que temía bastante que lo que a mi profesora le parece un conocimiento experto a ellos les pareciera pura charlatanería (ejercicio práctico de qué ocurre cuando no superas la prueba de la madre). Finalmente, me apañé bastante bien y conseguimos hablar de todo lo bueno y lo malo de la red, sin dramatismos ni exageraciones ni por uno ni por el otro lado: Internet como fuente de información contrastable con profesores y padres, disfrutar de los juegos on-line pero procurar hacerlo jugando con otros y sin dejar de jugar a otras cosas, acceder a contenidos culturales de forma legal y evitando el malware, tratar a los demás con respeto evitando y denunciando el ciberbullying y el bullying a secas, y cómo comunicarse con gente de forma sensata: no hables con extraños, v. 2.0. Divertido.

El caso es que cuando mi profesora me presentó me sentí extrañamente traidora. La verdad es que tengo la suerte de tener una profesión y estar a punto de empezar en un puesto que son muy atrayentes para personas de esta edad, pero, en realidad, ¿dónde creía yo que iba a estar cuando tenía 11 años? Ya me pasó mientras preparaba la presentación y me preguntaba qué me interesaba a mí con 11 años (independientemente de que, claro, no lo hiciera en Internet). ¿Quería ser quien soy cuando fuese mayor?

Con 5 años quería ser pintora y vivir en París o Nueva York. Actualmente tengo vínculos fuertes con ambas ciudades, pero me temo que he tenido que asimilar mi incapacidad total para la expresión plástica. Aun así, sigo pensando en dibujar las fotos que no puedo hacer.

Cupcakes de Reyes Magos y Hello Kitty como estrella invitada
Con 6 años quería ser pastelera. Iba a tener una tienda que se llamaría El ratoncito Pérez y comería dulces todo el rato. Y, bueno, no tengo una tienda, pero después de muchos años de independencia me he reconciliado con la cocina gracias al impulso de Ruth, de Apetit'Oh!, que hasta me enseñó a hacer cupcakes estas navidades. Poco a poco, cocinar, y en cuanto que me termine de reconciliar con mi horno especialmente la repostería, se ha convertido en una válvula de escape.

Con 7 años quería ser escritora. Tanto es así, que hasta decidí qué iba a estudiar. Había un concurso de redacción de Barbie en el que tenías que presentar tu vocación. Yo dibujé a una Barbie sentada en su máquina de escribir y hablaba de estudiar Filosofía y Letras, leer mucho, pensar mucho y escribir novelas para niños. A día de hoy, aunque acumule polvo en el cajón, al menos puedo decir que tuve constancia suficiente para acabar mi novela juvenil y que incluso disfruto releyéndola y sintiéndome como si tuviera 15 años.

Con la adolescencia, mis vocaciones fluctuaban permanentemente. Quería ser periodista, pero un suceso trágico muy cercano y muy mal tratado por la prensa me hizo tomar una distancia con ellos que se convirtió en auténtica manía (afortunadamente me he ido calmando con el tiempo...). Soñé con ser hacker pero me sentía cobarde para dedicarme a semejante cosa. Me encantaba la bioquímica, y quise ser farmacéutica, pero la física se me atragantaba todo el rato y mi profesor de estadística de bachillerato me llamaba, directamente, chicadeletras, así que supongo que no tenía mucho futuro por esa vía. Pensé en estudiar Historia del Arte, aunque creo que es la vocación más breve que he tenido en mi vida (y ya es decir). Quise hacer Publicidad, pero leí 11,99 €, de Beigbeder, y me dio un miedo atroz quedarme sin principios. Pensé en estudiar Sociología, pero irme a estudiar a Granada sencillamente no era una opción. Llegué a decir en una charla de orientación que quería ser "actriz, o escritora; y si no, camarera. Para tener tiempo de escribir y actuar por las mañanas", provocando una preocupación considerable en mi entorno con ese alarde de bohemia.

Un vecino me invitó a actuar en su corto y concluí que era eso lo que quería hacer. Empecé Comunicación Audiovisual. Rodé algunos cortos y escribí bastantes más. Pero no cuajó.

¿Y ahora?

Ahora terminé siendo publicista, y ya no temo por mis principios. No pude ser socióloga, así que hice un máster y en "mis ratos libres" hago una tesis en sociología, como si semejante cosa pudiera ser un hobby. Hace años que no hago ni un amago de actuar, pero escribo todos los días; para mí, o para otros. Y nunca aprendí a colarme por agujeros de seguridad, pero me encanta toquetear los códigos fuente de las páginas. Afortunadamente, porque cada vez parece que va más unido lo de comunicar y programar (ya decía mi padre que la programación era un idioma...). El resto de mis vocaciones se han convertido en intereses personales; y, paradoja, una de mis aficiones se está convirtiendo, parece ser, en profesión.

Casi no puedo esperar a que sea oficial para compartirlo con todo el mundo porque estoy segura de que es el trabajo más bonito que he tenido en mi vida, y me parece que es lo que he querido hacer desde que empecé a considerar a Douglas Coupland entre mis escritores favoritos, pero ni siquiera ha aparecido en esta lista.

Ayer, alguno de los niños dijo que de mayor quería dedicarse a la Publicidad. Me encantaría preguntarle qué ha sido de él dentro de quince años.

¿Vosotros supisteis alguna vez que estaríais donde estáis?

martes, 3 de mayo de 2011

Maximizar el tiempo

Si algo tiene de buena la cultura actual es la capacidad de hacer de su esquizofrenia virtud y dejar un hueco para todo tipo de contradicciones. Una de ellas es la que no para de marcarnos formas contradictorias de relacionarnos con el tiempo.

Me resulta preocupante que el lema de las bebidas energéticas ya no sea el de exprimir la noche sino el espacio de trabajo. El lanzamiento en España de V - Energy Drink (no exento de polémica: incluso en Actuable hay una petición para que se retire una de las piezas de la campaña por considerar que crea estereotipos negativos de los trabajadores de L'Hospitalet) va asociado a rendir más durante la jornada como parte del proyecto de disponer de horarios razonables.

 Anuncio V Drink Comer en 45 minutos y Ser más productivo - Más tiempo para ti

Lo cierto es que en España tradicionalmente tenemos horarios más extensos, y la supuesta mejora que iban a introducir las tecnologías como herramientas para mejorar la productividad y facilitar la conciliación parece que ha ido más bien en la dirección contraria, como se analizaba en un artículo de Yorokobu del pasado mes de marzo, en el que se preguntaba por las nuevas formas de trabajo OAH (Open All Hours) y la necesidad de establecer barreras a estos con sistemas de OOOR (Out Of Office Repliers). Si nos movemos hacia profesiones directamente relacionadas con el mundo online como la requetetratada de community management, entonces el OAH parece no ya una exigencia, sino parte del sentido común.

Y, en paralelo, Flex tiene en marcha su maravillosa campaña de 40 días en la cama por un mundo Slow (Sra. Rushmore), nominada a los TheFWA (hoy son el site del día). De hecho, el lanzamiento del proyecto me gustó tantísimo que quería haberlo utilizado de excusa para informarme sobre el movimiento Slow. Una colega y buena amiga con la que siempre me gusta estar de acuerdo se me adelantó, así que os invito a que le echéis un ojo a la reflexión que hacía en su blog Sara Domínguez Martín sobre el tema.

Por mi parte, me quedo, como también me gusta hacer, con las preguntas. ¿Es razonable que tengamos que recurrir al café, esa droga mayoritaria del XX, o a las bebidas energéticas que quieren ser su equivalente en el XXI, para cumplir con nuestros horarios de trabajo? ¿Es razonable que nos sintamos culpables cuando le explicamos a un cliente que no trabajamos un fin de semana y que por tanto no tenemos tiempo de cumplir con un deadline imprevisto y con unas mínimas exigencias de calidad? ¿Es razonable que tengamos que seguir forzándonos a dormir seis horas diarias? ¿Es razonable que tengamos que ser aún más productivos para alcanzar un horario "europeo" considerando las tasas de paro actuales? ¿No sería mejor establecer primero el horario razonable, crear más puestos de trabajo y, de paso, permitir que el nivel adquisitivo general suba lo suficiente como para reactivar nuestras economías basadas en los servicios y otros productos que no son de primera necesidad?

No soy quién para aconsejar en este sentido, porque la verdad es que cuando no me meto en cien cosas no me siento yo misma, y cuando no trabajo un fin de semana acaba siendo porque estoy en un congreso sobre otro tema, y cuando termina el día me apetece aprender algo y no sólo ver una buena película. Pero creo que deberíamos obligarnos todos un poco a apagar esa adicción a lo urgente y dedicarnos a disfrutar el tiempo, y, por qué no, a perderlo. Para variar.

lunes, 25 de abril de 2011

Videojuegos: ¿placer culpable u oportunidad de negocio?

Durante un tiempo, me pareció que los adultescentes estaban en todas partes; debo confesar que me equivocaba rotundamente. Como habían llegado desaparecieron. Quizá nunca estuvieron allí (no masivamente), y sólo me llamaba la atención que se pudiera leer en positivo un fenómeno que socialmente me preocupa (¿los treintañeros no quieren crecer o no tienen cómo crecer?).

El caso es que dentro de ese estereotipo del treintañero postadolescente, de estética seudogrunge, con una curiosa relación con el trabajo que ahora se ha vuelto mayoritaria (apasionados de su sector, teletrabajadores, tecnófilos, etc.) también se incluía una afición a los videojuegos que sin embargo parece haber desaparecido en esta generalización del prototipo de las generaciones X e Y.

Los videojuegos siguen siendo cosa de niños. Los adultos no pierden su tiempo con este tipo de hobbies. Se dedican a cosas constructivas: a la lectura, la música, el cine; la cultura tal y como la conocemos.

¿Seguro?

Porque casi todas las parodias que se hacen sobre Facebook incluyen al menos un chiste sobre invitaciones a Farmville. Y según esta noticia de la semana pasada, el 40% de los usuarios de Facebook están en esta red sólo para jugar. ¡Sorpresa!

(via Alfredo Vela)

Los juegos no sólo son un entretenimiento. Cada vez más, este tipo de interfaces se utilizan como complemento en programas de formación. Entidades tan serias como el Banco de España se han lanzado a incluir juegos en su aula virtual, sobre temáticas tan áridas como medios de pago o estabilidad financiera.

Sin embargo, seguimos siendo reacios a reconocer la importancia de estas plataformas tanto en nuestros hábitos de ocio como en otros aspectos. Por ejemplo, el advergaming. Por supuesto, tiene sus reglas (como cualquier otro medio) y no es adecuado para todas las marcas, pero es perfecto para según qué productos y según qué targets. Por ejemplo, la película Rango realizó una campaña en Frontierville durante las semanas anteriores al estreno, consistente en que los jugadores obtenían puntos y objetos especiales por ver el trailer y encontrar al personaje de la película. Quizá parezca una campaña muy simple y poco notoria. Pero Cityville, el lanzamiento más reciente de Zynga, tiene casi 90 millones de usuarios activos al mes. Es un público muy difícilmente desdeñable, qué quieren que les diga. Y que pasen semanas localizando a tu protagonista en su ciudad virtual no es mala forma de que se acuerden de él.

Si realmente creemos que es fundamental estar en Facebook y vivir la red; si estamos de acuerdo en que tanto en redes sociales como en cualquier otro medio el usuario es el que manda, el que marca el tono de nuestro mensaje; entonces me parece un error dar la espalda a los juegos sociales considerando que son cosa de críos.

Afortunadamente, la mitad de los contactos del sector que tengo en Facebook están en estos juegos (como usuarios inactivos, la mayoría, es decir: por curiosidad y no por hobby, lo que dice mucho a su favor). Lo que no sé es a qué espera la otra mitad. Anda, sed buenos y ayudadme a construir mis fábricas. Yo, lo confieso, tengo un interés no sólo profesional. Quizá soy una adultescente, a estas alturas.

jueves, 21 de abril de 2011

Dignidad profesional y profesiones de moda: el caso Turismo Madrid

El martes se publicó una oferta de trabajo peculiar. "Madrid busca community manager": se abría el proceso de selección de un nuevo community manager para el portal de ocio y turismo de la Comunidad de Madrid. Mediante un concurso. Hasta aquí, todo bien.

El problema eran las fases del concurso, que ya no pueden verse en la web de Turismo Madrid, pero sí han quedado fijadas en las ediciones digitales de los periódicos (Google, divino tesoro):

  1. Presentar una candidatura en la web de Turismo Madrid y conseguir el máximo número de votos de personas registradas en la web.
  2. Darse de alta en la página de Facebook de Turismo Madrid y crear una promoción en esta.
  3. Un jurado elegiría entre los mejores candidatos de las fases anteriores a tres, que tendrían acceso a una entrevista de trabajo.
  4. El "ganador" sería el dinamizador en social media de Turismo Madrid hasta final de año.

Las reacciones a la campaña no se hicieron esperar, y fueron de tal calibre que a las 20.20 del mismo martes,  en la misma nota en la que se abría la campaña desde la página de Facebook de Turismo Madrid, rectificaban:


  • Turismo Madrid Nos equivocamos: Lección aprendida. Replantearemos el proceso de selección. Disculpas a todos.
    El Martes a las 20:20 ·  6 personas

Como siempre, entre las reacciones hay de todo: desde personas particularmente molestas que creen que semejantes acciones son causa de la falta de dignidad en la profesión, hasta quienes piensan que la capacidad para convertir el proceso de selección en una campaña de social media en sí misma es un caso de estudio.

Me ha recordado un poco a la polémica desatada por aquella campaña de Fanta sobre profesiones del futuro (surfero, DJ y CM). Como en aquel caso, mi opinión va más bien hacia los términos medios (en aquel caso muy bien definidos para mi gusto en este post de Carlos Zamarriego en MarketingAdBlog). Podría resumirla en los siguientes puntos:

  • Sí creo que en términos de notoriedad, involucrar a tanta gente en un proceso de selección no tiene por qué ser mala estrategia, considerando que se trata precisamente de un servicio de comunicación pública. 
  • El hecho de que soliciten muestras de tu trabajo para hacerte una entrevista quiere decir que realmente están interesados en conseguir resultados. La pregunta es: ¿qué tipo de resultados? ¿Tener más amigos en Internet te convierte en mejor community manager? Evidentemente, la respuesta es no. ¿Por qué no pasar directamente a la fase en la que se crea una campaña y se ahorran el concurso de popularidad?
  • Buena parte de la polémica proviene de los requisitos que se le piden al candidato: ninguno. En la nota de su página de Facebook, sólo dicen: "Te buscamos. Tú vas a ser nuestro próximo Community Manager. Porque te encanta Madrid y porque estás en todas las redes sociales. Te conocen y les conoces. Así que eres tú la persona que buscamos para dirigir nuestro proyecto de dinamización en Redes hasta final de año. Para hacerte con el puesto sólo tendrás que demostrarnos que te sabes mover." Saberse mover no es la única habilidad que requiere un community, como ya hemos comentado; y este tipo de ofertas son peligrosas porque insisten en que "esto lo hace cualquiera", lo que a la larga es muy perjudicial para el sector. También es cierto que podríamos estar peor: me remito a la noticia del mismo día en Vivir México, titulada: Los ninis capitalinos podrán capacitarse como community managers. Y recomiendo leerla, porque el titular no es lo peor.
  • En unas declaraciones del director del portal, Yuri Fernández, dice que "al tratarse de una profesión que no cuenta todavía con estudios superiores reglados, lo mejor es plantear un reto real para conseguir al mejor candidato". Y si bien es evidente que no existe una formación reglada de community management, creer que no es necesaria una formación específica para ejercer esta profesión ahonda en este ataque a la profesionalización del sector. Como ya comentaba el domingo pasado, la profesión sigue siendo indefinida (por nueva) pero evidentemente requiere ciertas aptitudes y conocimientos propios de aquellos con formación en comunicación: publicidad y relaciones públicas (principalmente, a mi entender), periodismo, especialidades en comunicación corporativa de administración y dirección de empresas... Que no exista formación reglada no quiere decir que no exista formación superior al respecto. Existe una oferta espectacular, y que no esté homologada no la convierte automáticamente en una formación pobre. 
  • No estoy muy a favor de la idea de "concurso" como sustituto del proceso de selección, aunque sólo sea un tema de concepto; y muy especialmente cuando es de esta forma: en la práctica, todos los demandantes del puesto estarán trabajando gratis. Una cosa es presentar una propuesta y otra "hacer una campaña", colocarla en Internet, y conseguir apoyos para esta. Puede ser eficaz, pero no me parece ético. En cualquier caso, suponiendo que la acepte, ¿dónde están las bases? Al menos en El aprendiz explicaban que los concursantes competían por un salario de seis cifras trabajando con Bassat. Aquí lo único que he encontrado sobre las condiciones de trabajo es que el contrato es por seis meses (de junio a diciembre de este año); lo que no me parece el elemento motivador definitivo, precisamente. 
  • Me llama la atención que nadie haya hablado de que es un puesto "casi público". Al fin y al cabo, hablamos de la Comunidad de Madrid. Por supuesto, habrá concedido (posiblemente mediante concurso, lo que da una cierta coherencia a todo el proceso) la gestión del portal a la empresa más apropiada, pero no entiendo cómo es posible que haya sido así cuando ya están en redes y ni siquiera tienen community (Turismo Madrid está en Facebook, Twitter, Delicious, Mashup y Flickr, y tiene un blog además del portal web). Y me llama increíblemente la atención que en un puesto "casi público" el proceso de selección no pida titulación superior o experiencia previa. No es una oposición, claro. Pero un baremo mínimo me parece exigible a todos los proveedores de la Administración Pública
  • La capacidad de reconocer el error, retirar la oferta, y estar dispuesto a replantear el proceso de selección de otra manera me parece una lección de humildad de la que podrían aprender muchas empresas que sí tienen community manager, la verdad. Otra cosa es que si la actitud es perfecta, el fallo pueda haber sido tan garrafal que no sea suficiente... 
En resumidas cuentas, haciendo balance entre aciertos y errores, mi opinión sigue siendo más bien tibia. Habrá que esperar al nuevo proceso de selección para ver cómo se levantan después de este tropiezo.

martes, 19 de abril de 2011

Cementerios digitales

Ayer fue uno de esos días en los que parece que todo el mundo se pone de acuerdo para hablar de lo mismo, y le tocó el turno a la tasa de abandono de las cuentas en redes sociales; no tanto por consenso como por la publicación del Observatorio de redes sociales de Cocktail Analysis (aunque lleva publicado meses, pero en fin, la utilidad es una cosa y la visibilidad otra, como bien sabemos).

En laSexta Noticias, en la SER, en Puro Marketing, la conclusión destacada era la misma: Twitter es un fenómeno de moda, pero lo cierto es que ostenta una de las tasas de abandono más altas del 2.0 (superado por Hi5, que, en fin, y por myspace, que dado el grado de bandas amateur que se disuelven tampoco es raro). En realidad, era mi caso. Mi cuenta original de twitter tiene dos años pero nunca entendí por qué iba a esperar nadie que yo publicase algo. Mi concepto de twitter era el de un agregador de RSS que buscaba teletipos más que noticias, y puesto que no tenía la menor intención de convertirme en Europa Press, siempre pensé que tenía poco que aportar. También es cierto que hace dos años tampoco conocía mucha gente que rondase por aquellos lares y que ya me había aburrido unos cuantos meses en Facebook (a finales de 2007 tenía muy pocos amigos en la red y me limitaba a lanzarles ovejas y a contestar quizzes sobre series de televisión; no había mucho más que hacer) y no le veía el sentido a repetir el proceso.

El caso es que por lógica, aquellos que llevan-llevamos mucho tiempo en redes sociales son-somos por naturaleza early adopters. Personas curiosas para las que la tecnología no es un enemigo o una barrera, sino una herramienta, en muchos casos transparente (como señala Miguel del Fresno al indicar por qué el adjetivo "virtual" cada vez es menos adecuado para tratar a la vida en la red). A eso se suma, además, el auge de las profesiones online y 2.0. Recurro a un artículo durísimo que leí ayer en el blog de Santi García: "El mercado de trabajo se globaliza, ¿y a mí qué?" La presión para mantenerse al día, para ser más innovador que el resto, para destacar sobre la media, termina generando una especie de coleccionismo de cuentas a lo Pokémon. Tenemos nuestra existencia digital diseminada por toda la red, y una parte importante de ella son plataformas, redes, portales, aplicaciones y servicios a los que no sólo no accedemos sino que probablemente ni siquiera recordamos que existen.

Yo misma soy miembro, dejando a un lado los sitios enlazados a la derecha y que sí que uso, de Hi5, de Badoo, de Messenger, de Tuenti, de Formspring y Quora, de Flickr, Fotolog e incluso Photoblog (aunque siempre he sido mediocre como fotógrafa). Intento unificar mis perfiles en about.me y en Soooshial (también un "trending topic" ayer entre bloggers). Consumo contenidos a través de Slideshare, de YouTube, de StumbleUpon (aunque ojo, procrastinadores, porque es una herramienta del demonio). Tengo varios blogs, de los cuales al menos tres están muertos si no oficialmente, en la práctica (porque dejé de preocuparme por el tema, porque se diluyó el colectivo que escribía, porque me aburrí de la plataforma en la que estaba...). Abrí una cuenta en Foursquare antes incluso de cambiar de móvil a un dispositivo que no se colgase con su app. Además, claro está, tengo una carpeta en Favoritos llamada "Vigilar" (suena fatal, ahora que lo pienso) donde se agrupan los nuevos sitios en los que ya, honestamente, me da pereza darme de alta: BundlrTopickr, Blaving, Spoolite, Exilio (que tenía muy mosqueada a mi amiga y compañera @vexerina)...

Tengo la sensación de que cada vez más lo que surgen son aplicaciones para publicar el mismo contenido en todas y cada una de estas cuentas. Oficialmente tenemos una presencia fragmentada, microsegmentada. En la práctica, ni yo ni nadie tiene tiempo material para atender como se debe a semejante número de perfiles (de las redes profesionales, ni hablamos, claro).

Cada vez nos parecemos más a Alicia. Siguiendo al conejo a donde quiera que nos lleve. Obsesionados con estar en todas partes, con no perdernos nada. Con miedo a que lo interesante pase justo después de que nos vayamos, o en esa fiesta a la que no vamos, o en esa reunión a la que nos convocaron como "asistente opcional". Corriendo para abrirnos la cuenta antes que nadie, para luego, inmediatamente, abandonarla porque no hay nada que hacer en ese mundo vacío. Y dejando atrás un sinfín de cadáveres en cementerios digitales que se multiplican por la red. Residuos binarios en el éter.

En realidad, visto con perspectiva, es un hábito tristísimo.

domingo, 17 de abril de 2011

Community Manager Prêt-à-Porter

Esta semana publicaban en CNN Expansión cómo debe ser un Community Manager. Lo cual parece muy necesario; porque hace tres semanas (disculpen el retraso, pero he estado muy liada) en El País se leía "Se necesita 'community manager'" sin que quedase claro a qué se referían. Bromeaba esos días con un amigo y compañero de carrera (@Crevillente) que debía de ser la única blogger de nuestro entorno que no había hablado de community managers. Y aun así, ¿a cuánta gente le queda claro qué es un community manager?

He estado recopilando algunas lecturas interesantes al respecto:

  • ¿Qué no se le pide a un community manager?, se preguntaba Loles Sancho en su blog. Según su análisis, "el 32,3% de las vacantes exige al menos dos años de experiencia en medios de comunicación online y web 2.0 y el 25,6% un mínimo de un año trabajado en este campo. Respecto a los conocimientos, se pide saber manejar gestores de contenido y herramientas de análisis web, estar familiarizado con lenguajes de programación y de bases de datos y conocer herramientas de medición de las acciones de social media." Lo que sorprende a Loles, y me uno a ella, es que nadie pida conocimientos del sector.
  • En Marketing en Redes titulaban el análisis con una cierta ironía lamentablemente realista: "¡Llévanos el tema digital, medios sociales y todo esto!" y se preocupaban por esa tendencia a poner todo en el mismo saco que queda patente en el análisis de las ofertas de Loles: un diseñador, programador, estadista, experto en bases de datos, y, ah, por cierto: que sepa comunicar estaría bien.
  • El caso es que parece que la demanda está francamente desorientada. En este sentido, me parece esencial el cuadro que compara un community manager premium y el freemium en el blog de ONGkat.
Revisen los requisitos analizados en el primero de los enlaces. Creo que no hay mucha gente que se dedique al marketing y no sea inquieta y curiosa, lo cual es un punto de partida excelente para que pueda aprender cualquier cosa, pero deberíamos ser honestos y preguntarnos si es viable que alguien pueda realizar todas esas funciones y hacerlas bien. Sobre todo, alguien a quien le vamos a pagar el salario mínimo. Honestamente, señores: esto es un riesgo que ninguna empresa debería cometer. 

A pesar del supuesto glamour y de toda la demanda en torno a estos nuevos puestos, lo cierto es que no parece que los sueldos hayan resistido el empuje descendente que la crisis ha tenido sobre el salario medio en nuestro país: os remito a este post en el blog Original Community Manager, y, sobre todo, a sus comentarios.

Tradicionalmente, los comerciales han sido uno de los colectivos mejor pagados en cualquier organización. Porque sin ventas, no hay negocio. Y porque un comercial infrapagado es un comercial desmotivado y una ventana abierta ante el cliente ante los trapos sucios de una organización.

Queremos un community manager que maneje lenguajes de programación, software de diseño, que sepa cómo gestionar proyectos, que conozca el sector, que hable diariamente con las personas más influyentes de este en la red, que se encargue de responder a las demandas que se hacen sobre la marca en un medio público como es Internet. Un community manager así bajo ningún concepto debería ser alguien en calidad de becario, que no alcanza a ser mileurista, que debe complementar su trabajo con otros (afortunadamente su polivalencia seguramente se lo permita) para llegar a fin de mes; alguien a quien se le exija más disponibilidad y velocidad de reacción que el compromiso que se le ofrece por parte de la organización. Porque al final, lo que se obtiene es un community manager agotado, a punto de cometer fallos flagrantes a la vista de todos, y que en cualquier momento puede desarrollar un resentimiento contra la organización que no reconoce su valía. ¿Eso es lo que quieren que les represente ante sus consumidores más exigentes?

¿No sería mejor pagar un sueldo justo, ofrecer unos horarios sensatos, y tener un community manager motivado, que realmente pueda alinearse con los valores de una compañía en la que se siente a gusto? Estoy bastante de acuerdo con José Carlos García en que no existen los expertos en social media, no de momento, y que por tanto no tiene sentido pagar 60.000€ a alguien que está aprendiendo aún a manejarse en el medio. Pero también creo que se está ignorando el peligro que implica no retribuir de forma acorde a las exigencias en un trabajo que exige contacto directo con el público.

Visualicen a su community manager en un evento de empresa. Probablemente no hace falta que lleve un bolso de Louis Vuitton o un traje de Armani. Pero estoy bastante segura de que no quedaría muy bien ante sus clientes vestido de mercadillo. Seamos coherentes: paguemos community managers prêt-à-porter, al menos. Aunque sólo sea para evitar que se deshilachen en dos lavados. 

miércoles, 30 de marzo de 2011

Monitorización: el bueno, el feo y el malo

Hace unos días "hablaba" (por twitter) con Ana Parra (@AnaParraR) sobre la dificultad de analizar las conversaciones (en términos de coste, esfuerzo, capacidad de control...), sobre cómo medir algo tan intangible como el engagement, y sobre por qué había que medirlo todo, con lo bien que se está, a veces, entre intangibles.

Evidentemente, procurar saber qué es exactamente lo que se dice de ti, sobre todo en las marcas más importantes, en un entorno con tantos canales de comunicación y tantos usuarios que cruzan mensajes, es un trabajo propio de héroes griegos. Y tenemos que partir de la base de que por más que nos centremos en el ROI y por muy bien que monitoricemos, en toda conversación sobre nuestra marca en Internet existe un porcentaje que escapa a nuestras herramientas de medición.

Se me ocurrió comentar que aunque no pudiéramos hacer un análisis de todo el discurso sobre nosotros, podíamos hacer un análisis de contenido, en términos cuantitativos, que nos orientase: ¿qué palabras aparecen más junto a nuestra marca? La idea era partir de un cierto campo semántico que nos indicase más o menos el grado de satisfacción de los usuarios con nuestros servicios. No es lo ideal, claro que no, pero es más barato y es un principio. Pero tenemos que hacerlo en el sentido amplio y tenemos que revisarlo antes de tomar decisiones.

Esta semana he visto tres casos de monitorización que me parecen ilustrativos. Aquí van: el bueno, el feo y el malo.

  • El feo: anoche fui a un concierto de Nacho Vegas, uno de mis artistas favoritos, y compartí en twitter mi plan. Es motivo suficiente para que no sé cuántas alertas hayan detectado en mí una jugadora potencial. ¿Nadie ha pensado cuántos significados puede tener la palabra Vegas, en todos los idiomas, absolutamente ajenos a Las Vegas, NV? Y hablamos además de un tema como el del juego, que puede resultar problemático para públicos más sensibles o en países con una legislación más restrictiva.
  • El malo. Y este es espectacular. Un RT automático (y no es el único; échenle un ojo al canal) que es el mejor ejemplo de por qué toda empresa que quiera estar en Internet necesita un community manager y no sólo un programador. Y que viene de una empresa en pleno proceso de posicionamiento de una marca recién nacida, y que cuenta con unos recursos más que suficientes como para evitar este tipo de actuaciones. 
@: Si juntas 7 mierdas tienes una mierda mas grande, si juntas 7 cajas un banco mejor   RT @
  • El bueno. O cómo solicito recomendaciones para un proveedor de dominio y en 24 horas uno de los que me indican me ha enviado un mensaje ofreciéndome toda su ayuda y pidiéndome que consulte con ellos. Nada de "consulta nuestras tarifas aquí". Nada de "somos nosotros" (que, evidentemente, no lo habría creído). Primero, una calidad tal de servicio como para que haya usuarios que digan que no tienen un fallo. Después, la detección casi inmediata de que se está hablando de ellos. A continuación, un análisis de la conversación: estoy buscando asesoramiento. Inmediatamente, una vía de diálogo. Sin atosigarme. Y, qué quieren que les diga. Igual Dattatec no tiene el programa más barato de alojamiento y hosting que he visto. Pero ahora mismo confío en su calidad de servicio y en el soporte técnico de su organización, y ni siquiera les conozco. 
Lo que nos enseña este último caso es que si queremos "controlar" la visión que se tiene de nuestra empresa cuando aparece en una conversación tenemos que combinar la capacidad de reacción de las alertas o los análisis cuantitativos del contenido con saber escuchar. Y los bots no saben hacer eso, al menos de momento. Pero, afortunadamente, todavía queda gente que se maneja mejor con lo intangible. 

martes, 22 de marzo de 2011

El síndrome Gran Hermano

Consejo que leo en un post sobre reputación 2.0: "ser uno mismo". Comentadlo vosotros que a mí se me ha caido el raton (@Yoriento)

A todos nos suena, ¿verdad? Lo fundamental, en nuestra reputación online, en las entrevistas de trabajo, en todos los aspectos de nuestra vida privada, es "ser nosotros mismos".

¿A quién le habéis escuchado decir "Yo soy así"? Aparte de a Alaska, me refiero. Porque a mí ese "no voy a fingir que soy otra persona" me suena, fundamentalmente, a telebasura. Me suena a personajes salidos de Gran Hermano reivindicando a toda costa sus identidades incultas, irrespetuosas, violentas incluso. Cada vez que oigo a alguien diciendo que "nadie va a decirme lo que tengo que hacer" suele ser alguien que es consciente de que está haciendo algo mal y que a pesar de ello no tiene la valentía y la honradez de cambiar su comportamiento.
 
El mito de la autenticidad se multiplica conforme van disolviéndose las barreras entre la vida pública y la privada, la personal y la profesional. La eterna polémica sobre qué fotos cuelgas en Facebook, con quién discutes en twitter, y para qué sirven tus check-in en Foursquare.

He llegado a leer en alguno de los miles de artículos que proliferan sobre la marca personal que es importante incluir un mínimo de frivolidad en tu identidad online, aunque la centres en los aspectos profesionales de tu vida, para "demostrar que eres auténtico". Que, honestamente, ¿a quién le importa si soy auténtica?

Confundir la autenticidad con la animalidad es muy propio de nuestros personajes mediáticos. Esa tribu que considera que comer con la boca cerrada, no dirigirse a la gente con la que convive a gritos, o dejar hablar a los demás son prácticas que van en contra de su verdadero yo.

De esos hay muchos en el 2.0. El mismo @Yoriento recogía esta semana una frase de @cosechadel66 que decía: "En Twitter puedes criticar o decirle cualquier barbaridad a alguien siempre que añadas :-)". Pero, por favor, al menos, añade ":-)"

Yo tengo eso que suele llamarse "mucho carácter" y que viene a ser una forma de hablar en positivo de la impulsividad (también se puede tener "mucho carácter" muy dulce, muy bondadoso, o muy ecuánime, digo yo), pero también parto de dos premisas: mi derecho a la pataleta no tiene por qué afectar a la gente que me rodea, y siempre es un buen momento para pedir perdón cuando has dicho una palabra más alta que la otra.

No sé, llamadme antigua. Pero a mí me gusta pensar que hacemos un esfuerzo para relacionarnos con los demás. Con mejor o peor resultado, pero un esfuerzo. Cada vez que no descalifico una opinión ajena con la que discrepo, estoy esforzándome para demostrar que todas las personas son valiosas. Eso es bonito. Y eso es una muestra de carácter, creo yo. Honestamente, creo que he leído demasiado a Jane Austen: a mí el concepto de netiqueta me parece un invento maravilloso.

domingo, 20 de marzo de 2011

En torno al sentido común: entre el retargeting y la prueba de la madre

Entre el profesorado de mi máster había un profesor maravilloso que nos habló de la "prueba de la madre". Se refería a esas noches en las que hablas con tu madre y a su "qué tal en clase" contestas con todo tu entusiasmo que habéis analizado cómo cambian las formas de consumo en el postfordismo, cuando las personas se acostumbran a los objetos desechables (una bonita introducción, por cierto, al estupendo documental de RTVE Comprar, tirar, comprar sobre obsolescencia programada) y ella te corta y protesta: "¿Y para eso vas a la universidad? Que las cosas ya no duran tanto como antes te lo podría haber dicho yo y no soy catedrática".

Lo que él llamaba prueba de la madre venía a ser la recomendación de introducir entre nuestros objetos de estudio y nuestras perspectivas metodológicas del sentido común. No sólo de teoría, conceptos y autores editados vive el hombre.

Lamento decir que hoy me refiero a la prueba de la madre porque hace tiempo que mi vida y mis aspiraciones profesionales no la pasan. Cuando hablo con mi madre no tiene ni la menor idea de lo que le estoy diciendo. Me voy al OME, hago un check-in multiplataforma y gracias a eso consigo encontrarme con alguien entre cuyas muchas profesiones está la de CM de una comunidad de fotografía experimental a la que admiro y charlamos en el stand de la agencia de performance marketing para la que acabo de terminar un copy... Ahora mismo estoy oyendo a mi madre: "¿Que has hecho qué?"


Esto no es nuevo. Hace años que Martín Mercado ironizaba contra la forma de hablar de los publicitarios (si lo habéis oído nunca, pinchad el play, que lo vale). Sólo que ahora, me parece, va a más. No se trata sólo de las palabras que usamos, sino también de los medios. No se trata sólo de cómo hablamos: también de a quién nos dirigimos.

La semana pasada, a raíz del famoso OME (que, para padres, es el Online Marketing España, o uno de los eventos de referencia del sector del marketing digital), me enamoré de una campaña de Criteo. Era un banner (también quería escribir sobre la muerte del banner, pero es que @comicpublicidad lo ha hecho fenomenalmente bien) que decía: "Estás viendo este anuncio porque antes has estado en la web de Online Marketing España. Tú también puedes hacer retargeting con Criteo".

Bravo. Así hay que explicarle las cosas a tu madre. No vas a hacer una campaña de retargeting. Vas a ahorrarles dinero porque sabes hacer una campaña que ven sólo las personas que han pasado antes por una determinada web.

El sector está cambiando tantísimo que incluso los profesionales pueden quedarse obsoletos. ¿Qué ocurre si tu cliente no sabe que le necesitas? Como decía Miguel Clavero, de Nivoria, en su conferencia en OME sobre marketing one-to-one (mamá, dice que usemos la tecnología para hacer mensajes distintos según a quién se los mandamos, porque se agradece mucho), lo que hay que hacer es dejar de mirarse el ombligo y empezar a hablar de nuestros clientes en lugar de centrarnos en nuestros productos. La campaña de Criteo es un ejemplo. Evidentemente, no son la única empresa que hace retargeting, pero son los únicos a los que he visto explicarlo tan claramente, tan "masivamente" dentro de una segmentación muy bien hecha; y me parece una forma fantástica de apropiarse del atributo "retargeting" (ya sabéis que sólo una marca puede asociarse eficazmente a cada atributo en la mente del consumidor, según Ries y Trout).

Creo que fueron precisamente los representantes de Criteo en el OME los que dijeron " El 73% de los internautas se acuerdan de que han sido retargeteados". En su momentó, incluso lo retuiteé, porque me pareció interesante. Poco después, me preguntaba, ¿en serio? ¿Hay internautas que no se dedican al marketing digital y saben lo que es un retarget? ¿Sabemos realmente lo que hacen los internautas que no se dedican al social media, o sólo charloteamos entre nosotros como cualquier otra comunidad de aficionados?

Lo digo porque los trekkies pueden hablar en klingon, si quieren, pero nosotros nos dedicamos profesionalmente a la comunicación, y se nos pide que sepamos hablar con todo el mundo, incluyendo gente que no tiene ni la menor idea de qué es un profesional de la comunicación.

Así que, apasionados del social media, del marketing digital, del e-commerce, hagamos el favor de salir a la calle, aprovechando que viene el buen tiempo, de reprimir el impulso de conectarnos a foursquare hasta para decir que nos vamos a dormir, de pensar más en SEO que en nuestros lectores.

Probad a explicadle lo que hacéis a vuestras madres, vuestros padres, vuestros abuelos y abuelas, vuestro vecino del quinto. Intentad entender qué es lo que a ellos les importa. Que al fin y al cabo, nuestros clientes son personas. Y muchas veces no sólo no están en redes sociales: es que no lo necesitan.

[La actualización era inevitable, porque me acaban de enviar esta viñeta de Medina...]

lunes, 14 de marzo de 2011

Así se hace personal branding

Hoy leía en una discusión en LinkedIn una referencia a las 42 leyes inmutables del marketing, de Ries y Trout, un libro que después de años sin tocar se me aparece este mes en todas partes. Es probable que tras el deslumbramiento de la nueva tecnología y las posibilidades que permite, estemos empezando a aposentarnos y a recordar que debajo de tanta sigla y tanto término técnico lo importante es tener una estrategia, y es algo digno de celebrarse.

Ocurre igual con el tema de la marca personal. Se oye hablar tanto del tema, hay tantísimos consejos al respecto, que la gente se lanza a hacer marketing personal, en muchos casos sin ser expertos en marketing. Y al final lo que creamos es, como bien indicaba hoy un post de @Boomiac, un montón de ruido como Ego-Promotores, sin ninguna repercusión real sobre nuestro posicionamiento (quizás sobre nuestra notoriedad sí; pero hay que saber qué es lo que queremos y a qué precio).

En medio de este zumbido de profesionales de todos los sectores explicando qué sabemos hacer y qué no, de pronto encuentras un profesional excelente y te da una lección. Es el caso de Alec Brownstein.

Quizás ustedes no sepan quién es, pero los directores creativos neoyorkinos sí. Porque Alec Brownstein, creativo publicitario, ha realizado la mejor campaña de SEM que conozco. 6$. Un 80% de respuesta. Un 40% de "compra". ¿Cómo? Dándole la vuelta a la tortilla. Las claves de su campaña:
  • Segmenta. Una buena segmentación es la diferencia entre tirar el dinero y no. Internet no sólo deja que todo el mundo participe; también deja huellas por todas partes. Úsalas (hoy quería hablar de retargeting, de hecho, pero me he encontrado con esto y...). Voy a insistir: presupuesto total=6$.
  • Eso implica... Conoce. Elige. Tienes que saber exactamente a quién te diriges. Investiga. Tu público es algo más que porcentajes. Se compone de personas. Averigua qué les interesa.
  • Adáptate a tu público. ¿Cómo vas a dirigirte a un ego-promotor compitiendo con él? No va a googlearte a ti: va a googlearse a sí mismo.
  • Hazte relevante: tu público no quiere oír hablar de tu producto, sino de sus necesidades.
  • Sé diferente. Brownstein no sólo ha conseguido el trabajo que buscaba. Ha creado un case study. Ha vendido hoy y construido marca a largo plazo.
Lo ha hecho así: