miércoles, 30 de marzo de 2011

Monitorización: el bueno, el feo y el malo

Hace unos días "hablaba" (por twitter) con Ana Parra (@AnaParraR) sobre la dificultad de analizar las conversaciones (en términos de coste, esfuerzo, capacidad de control...), sobre cómo medir algo tan intangible como el engagement, y sobre por qué había que medirlo todo, con lo bien que se está, a veces, entre intangibles.

Evidentemente, procurar saber qué es exactamente lo que se dice de ti, sobre todo en las marcas más importantes, en un entorno con tantos canales de comunicación y tantos usuarios que cruzan mensajes, es un trabajo propio de héroes griegos. Y tenemos que partir de la base de que por más que nos centremos en el ROI y por muy bien que monitoricemos, en toda conversación sobre nuestra marca en Internet existe un porcentaje que escapa a nuestras herramientas de medición.

Se me ocurrió comentar que aunque no pudiéramos hacer un análisis de todo el discurso sobre nosotros, podíamos hacer un análisis de contenido, en términos cuantitativos, que nos orientase: ¿qué palabras aparecen más junto a nuestra marca? La idea era partir de un cierto campo semántico que nos indicase más o menos el grado de satisfacción de los usuarios con nuestros servicios. No es lo ideal, claro que no, pero es más barato y es un principio. Pero tenemos que hacerlo en el sentido amplio y tenemos que revisarlo antes de tomar decisiones.

Esta semana he visto tres casos de monitorización que me parecen ilustrativos. Aquí van: el bueno, el feo y el malo.

  • El feo: anoche fui a un concierto de Nacho Vegas, uno de mis artistas favoritos, y compartí en twitter mi plan. Es motivo suficiente para que no sé cuántas alertas hayan detectado en mí una jugadora potencial. ¿Nadie ha pensado cuántos significados puede tener la palabra Vegas, en todos los idiomas, absolutamente ajenos a Las Vegas, NV? Y hablamos además de un tema como el del juego, que puede resultar problemático para públicos más sensibles o en países con una legislación más restrictiva.
  • El malo. Y este es espectacular. Un RT automático (y no es el único; échenle un ojo al canal) que es el mejor ejemplo de por qué toda empresa que quiera estar en Internet necesita un community manager y no sólo un programador. Y que viene de una empresa en pleno proceso de posicionamiento de una marca recién nacida, y que cuenta con unos recursos más que suficientes como para evitar este tipo de actuaciones. 
@: Si juntas 7 mierdas tienes una mierda mas grande, si juntas 7 cajas un banco mejor   RT @
  • El bueno. O cómo solicito recomendaciones para un proveedor de dominio y en 24 horas uno de los que me indican me ha enviado un mensaje ofreciéndome toda su ayuda y pidiéndome que consulte con ellos. Nada de "consulta nuestras tarifas aquí". Nada de "somos nosotros" (que, evidentemente, no lo habría creído). Primero, una calidad tal de servicio como para que haya usuarios que digan que no tienen un fallo. Después, la detección casi inmediata de que se está hablando de ellos. A continuación, un análisis de la conversación: estoy buscando asesoramiento. Inmediatamente, una vía de diálogo. Sin atosigarme. Y, qué quieren que les diga. Igual Dattatec no tiene el programa más barato de alojamiento y hosting que he visto. Pero ahora mismo confío en su calidad de servicio y en el soporte técnico de su organización, y ni siquiera les conozco. 
Lo que nos enseña este último caso es que si queremos "controlar" la visión que se tiene de nuestra empresa cuando aparece en una conversación tenemos que combinar la capacidad de reacción de las alertas o los análisis cuantitativos del contenido con saber escuchar. Y los bots no saben hacer eso, al menos de momento. Pero, afortunadamente, todavía queda gente que se maneja mejor con lo intangible. 

martes, 22 de marzo de 2011

El síndrome Gran Hermano

Consejo que leo en un post sobre reputación 2.0: "ser uno mismo". Comentadlo vosotros que a mí se me ha caido el raton (@Yoriento)

A todos nos suena, ¿verdad? Lo fundamental, en nuestra reputación online, en las entrevistas de trabajo, en todos los aspectos de nuestra vida privada, es "ser nosotros mismos".

¿A quién le habéis escuchado decir "Yo soy así"? Aparte de a Alaska, me refiero. Porque a mí ese "no voy a fingir que soy otra persona" me suena, fundamentalmente, a telebasura. Me suena a personajes salidos de Gran Hermano reivindicando a toda costa sus identidades incultas, irrespetuosas, violentas incluso. Cada vez que oigo a alguien diciendo que "nadie va a decirme lo que tengo que hacer" suele ser alguien que es consciente de que está haciendo algo mal y que a pesar de ello no tiene la valentía y la honradez de cambiar su comportamiento.
 
El mito de la autenticidad se multiplica conforme van disolviéndose las barreras entre la vida pública y la privada, la personal y la profesional. La eterna polémica sobre qué fotos cuelgas en Facebook, con quién discutes en twitter, y para qué sirven tus check-in en Foursquare.

He llegado a leer en alguno de los miles de artículos que proliferan sobre la marca personal que es importante incluir un mínimo de frivolidad en tu identidad online, aunque la centres en los aspectos profesionales de tu vida, para "demostrar que eres auténtico". Que, honestamente, ¿a quién le importa si soy auténtica?

Confundir la autenticidad con la animalidad es muy propio de nuestros personajes mediáticos. Esa tribu que considera que comer con la boca cerrada, no dirigirse a la gente con la que convive a gritos, o dejar hablar a los demás son prácticas que van en contra de su verdadero yo.

De esos hay muchos en el 2.0. El mismo @Yoriento recogía esta semana una frase de @cosechadel66 que decía: "En Twitter puedes criticar o decirle cualquier barbaridad a alguien siempre que añadas :-)". Pero, por favor, al menos, añade ":-)"

Yo tengo eso que suele llamarse "mucho carácter" y que viene a ser una forma de hablar en positivo de la impulsividad (también se puede tener "mucho carácter" muy dulce, muy bondadoso, o muy ecuánime, digo yo), pero también parto de dos premisas: mi derecho a la pataleta no tiene por qué afectar a la gente que me rodea, y siempre es un buen momento para pedir perdón cuando has dicho una palabra más alta que la otra.

No sé, llamadme antigua. Pero a mí me gusta pensar que hacemos un esfuerzo para relacionarnos con los demás. Con mejor o peor resultado, pero un esfuerzo. Cada vez que no descalifico una opinión ajena con la que discrepo, estoy esforzándome para demostrar que todas las personas son valiosas. Eso es bonito. Y eso es una muestra de carácter, creo yo. Honestamente, creo que he leído demasiado a Jane Austen: a mí el concepto de netiqueta me parece un invento maravilloso.

domingo, 20 de marzo de 2011

En torno al sentido común: entre el retargeting y la prueba de la madre

Entre el profesorado de mi máster había un profesor maravilloso que nos habló de la "prueba de la madre". Se refería a esas noches en las que hablas con tu madre y a su "qué tal en clase" contestas con todo tu entusiasmo que habéis analizado cómo cambian las formas de consumo en el postfordismo, cuando las personas se acostumbran a los objetos desechables (una bonita introducción, por cierto, al estupendo documental de RTVE Comprar, tirar, comprar sobre obsolescencia programada) y ella te corta y protesta: "¿Y para eso vas a la universidad? Que las cosas ya no duran tanto como antes te lo podría haber dicho yo y no soy catedrática".

Lo que él llamaba prueba de la madre venía a ser la recomendación de introducir entre nuestros objetos de estudio y nuestras perspectivas metodológicas del sentido común. No sólo de teoría, conceptos y autores editados vive el hombre.

Lamento decir que hoy me refiero a la prueba de la madre porque hace tiempo que mi vida y mis aspiraciones profesionales no la pasan. Cuando hablo con mi madre no tiene ni la menor idea de lo que le estoy diciendo. Me voy al OME, hago un check-in multiplataforma y gracias a eso consigo encontrarme con alguien entre cuyas muchas profesiones está la de CM de una comunidad de fotografía experimental a la que admiro y charlamos en el stand de la agencia de performance marketing para la que acabo de terminar un copy... Ahora mismo estoy oyendo a mi madre: "¿Que has hecho qué?"


Esto no es nuevo. Hace años que Martín Mercado ironizaba contra la forma de hablar de los publicitarios (si lo habéis oído nunca, pinchad el play, que lo vale). Sólo que ahora, me parece, va a más. No se trata sólo de las palabras que usamos, sino también de los medios. No se trata sólo de cómo hablamos: también de a quién nos dirigimos.

La semana pasada, a raíz del famoso OME (que, para padres, es el Online Marketing España, o uno de los eventos de referencia del sector del marketing digital), me enamoré de una campaña de Criteo. Era un banner (también quería escribir sobre la muerte del banner, pero es que @comicpublicidad lo ha hecho fenomenalmente bien) que decía: "Estás viendo este anuncio porque antes has estado en la web de Online Marketing España. Tú también puedes hacer retargeting con Criteo".

Bravo. Así hay que explicarle las cosas a tu madre. No vas a hacer una campaña de retargeting. Vas a ahorrarles dinero porque sabes hacer una campaña que ven sólo las personas que han pasado antes por una determinada web.

El sector está cambiando tantísimo que incluso los profesionales pueden quedarse obsoletos. ¿Qué ocurre si tu cliente no sabe que le necesitas? Como decía Miguel Clavero, de Nivoria, en su conferencia en OME sobre marketing one-to-one (mamá, dice que usemos la tecnología para hacer mensajes distintos según a quién se los mandamos, porque se agradece mucho), lo que hay que hacer es dejar de mirarse el ombligo y empezar a hablar de nuestros clientes en lugar de centrarnos en nuestros productos. La campaña de Criteo es un ejemplo. Evidentemente, no son la única empresa que hace retargeting, pero son los únicos a los que he visto explicarlo tan claramente, tan "masivamente" dentro de una segmentación muy bien hecha; y me parece una forma fantástica de apropiarse del atributo "retargeting" (ya sabéis que sólo una marca puede asociarse eficazmente a cada atributo en la mente del consumidor, según Ries y Trout).

Creo que fueron precisamente los representantes de Criteo en el OME los que dijeron " El 73% de los internautas se acuerdan de que han sido retargeteados". En su momentó, incluso lo retuiteé, porque me pareció interesante. Poco después, me preguntaba, ¿en serio? ¿Hay internautas que no se dedican al marketing digital y saben lo que es un retarget? ¿Sabemos realmente lo que hacen los internautas que no se dedican al social media, o sólo charloteamos entre nosotros como cualquier otra comunidad de aficionados?

Lo digo porque los trekkies pueden hablar en klingon, si quieren, pero nosotros nos dedicamos profesionalmente a la comunicación, y se nos pide que sepamos hablar con todo el mundo, incluyendo gente que no tiene ni la menor idea de qué es un profesional de la comunicación.

Así que, apasionados del social media, del marketing digital, del e-commerce, hagamos el favor de salir a la calle, aprovechando que viene el buen tiempo, de reprimir el impulso de conectarnos a foursquare hasta para decir que nos vamos a dormir, de pensar más en SEO que en nuestros lectores.

Probad a explicadle lo que hacéis a vuestras madres, vuestros padres, vuestros abuelos y abuelas, vuestro vecino del quinto. Intentad entender qué es lo que a ellos les importa. Que al fin y al cabo, nuestros clientes son personas. Y muchas veces no sólo no están en redes sociales: es que no lo necesitan.

[La actualización era inevitable, porque me acaban de enviar esta viñeta de Medina...]

lunes, 14 de marzo de 2011

Así se hace personal branding

Hoy leía en una discusión en LinkedIn una referencia a las 42 leyes inmutables del marketing, de Ries y Trout, un libro que después de años sin tocar se me aparece este mes en todas partes. Es probable que tras el deslumbramiento de la nueva tecnología y las posibilidades que permite, estemos empezando a aposentarnos y a recordar que debajo de tanta sigla y tanto término técnico lo importante es tener una estrategia, y es algo digno de celebrarse.

Ocurre igual con el tema de la marca personal. Se oye hablar tanto del tema, hay tantísimos consejos al respecto, que la gente se lanza a hacer marketing personal, en muchos casos sin ser expertos en marketing. Y al final lo que creamos es, como bien indicaba hoy un post de @Boomiac, un montón de ruido como Ego-Promotores, sin ninguna repercusión real sobre nuestro posicionamiento (quizás sobre nuestra notoriedad sí; pero hay que saber qué es lo que queremos y a qué precio).

En medio de este zumbido de profesionales de todos los sectores explicando qué sabemos hacer y qué no, de pronto encuentras un profesional excelente y te da una lección. Es el caso de Alec Brownstein.

Quizás ustedes no sepan quién es, pero los directores creativos neoyorkinos sí. Porque Alec Brownstein, creativo publicitario, ha realizado la mejor campaña de SEM que conozco. 6$. Un 80% de respuesta. Un 40% de "compra". ¿Cómo? Dándole la vuelta a la tortilla. Las claves de su campaña:
  • Segmenta. Una buena segmentación es la diferencia entre tirar el dinero y no. Internet no sólo deja que todo el mundo participe; también deja huellas por todas partes. Úsalas (hoy quería hablar de retargeting, de hecho, pero me he encontrado con esto y...). Voy a insistir: presupuesto total=6$.
  • Eso implica... Conoce. Elige. Tienes que saber exactamente a quién te diriges. Investiga. Tu público es algo más que porcentajes. Se compone de personas. Averigua qué les interesa.
  • Adáptate a tu público. ¿Cómo vas a dirigirte a un ego-promotor compitiendo con él? No va a googlearte a ti: va a googlearse a sí mismo.
  • Hazte relevante: tu público no quiere oír hablar de tu producto, sino de sus necesidades.
  • Sé diferente. Brownstein no sólo ha conseguido el trabajo que buscaba. Ha creado un case study. Ha vendido hoy y construido marca a largo plazo.
Lo ha hecho así:

viernes, 11 de marzo de 2011

Employer branding: empezar por el principio

Una buena amiga publica en Facebook esta mañana que ha contestado a una candidatura espontánea a su agencia deseando suerte al candidato, y que ahora se siente una persona mejor. No creo que sea una persona mejor (si tiene esas inquietudes, es que mala, mala, no era), pero desde luego que acaba de conseguir que su agencia sea una empresa mejor. Con un mail.

Como demandante de empleo (otra vez esta horrible expresión; lo siento pero es que lo llaman así. Cuando pongo "persona en situación de desempleo" siento que estoy pateando la ley de economía del lenguaje; ya me cuesta no poner desempleada a secas, pero es que me parece poco realista) empiezo a estar bastante sorprendida de lo que se cuece en el mundo de las ofertas de trabajo.

Realidades innegables: hay una cantidad preocupante de personas en la misma situación que yo, trabajo (o aspiro a volver a trabajar) en un sector muy atractivo tanto por el boom que ha experimentado la oferta de trabajos relacionados con el marketing 2.0 como por las funciones que implica formar parte de él, y cada vez hay más canales que permiten hacer networking y dar a conocer a la gente todo lo que puedes hacer por ellos.

Realidades discutibles: una estrategia de personal branding es necesaria para cualquier puesto de trabajo (yo quiero dedicarme al marketing; mal empezamos si no sé venderme yo; pero, ¿un especialista en RRHH, finanzas, logística, por qué debe saber venderse para ser bueno? ¿Buscas las mismas cualidades en tu director financiero que en tu fuerza de ventas?); no hace falta mantener los sueldos que se pagaban en el sector hace tres o cuatro años (cuando yo estaba en la parte inferior de la banda salarial cobrando más de lo que he visto ofrecer ahora en meses); podemos hacer a la gente contratos de prácticas/formación/obra y servicio y exigirles compromisos porque saben que la competencia es feroz; si el candidato quiere que le contrate, que haga algo por encima de la media, que me persiga, que me ataque por varias vías.

Creo que se nos ha ido un poco de las manos, honestamente.

Mi "trabajo" como demandante de empleo es mantenerme activa. Buscar nuevos contactos. Conseguir escaparates donde pueda explicarle a todo el mundo que no sólo soy buena, sino que puedo hacer lo que ellos necesiten. Enterarme de dónde están esas ofertas que no se publicitan, ese 70% de mercado oculto de empleo que calculaba @zumodeempleo en su ponencia sobre errores en la búsqueda de empleo de la última Pink Slip Party el pasado lunes. Investigar las empresas a las que estoy intentando pertenecer: qué tipo de clientes llevan, dónde pueden tener debilidades (puesto que yo me dedico a la comunicación, es relativamente visible desde fuera) y sugerir formas de reforzarse. Enviarles un CV atractivo, adecuado a sus necesidades, bien enfocado, trabajado y todo lo personalizado posible, aunque eso implique volver a inscribirme en un proceso de selección fuera del portal de empleo de turno a través de un e-mail corporativo, o de una solicitud de contacto en LinkedIn. De acuerdo.

Pero su trabajo, como responsables de RRHH, es evaluar mi potencial como candidata. Para ello tienen que valorar qué dice de mí cómo he hecho cada uno de los pasos anteriores. Leerse mi CV (que sólo es página y media, hombre...), porque ningún CV debería ser basura digan lo que digan algunas campañas publicitarias: alguien ha puesto en él todo su esfuerzo y mucha ilusión.

Y, vamos a lo que me parece realmente peligroso. Alguien que busca un experto en SMO, un bloguero, un community manager; alguien que publica una oferta pidiendo a los candidatos que sean activos en redes sociales, que tengan influencia, que cuenten con un blog propio, con una serie de followers de calidad, que participen activamente en las comunidades de expertos de las redes sociales profesionales... ¿Cómo se permite el lujo-error estratégico-riesgo incalculable de faltarles al respeto?

No soy la persona que más CV echa al día en este país, y reconozco que aún soy bastante selectiva porque también creo que "la vida es muy corta para tener el trabajo equivocado", pero me sorprende la falta de educación que muestran algunas empresas. Cada vez que recibo un e-mail de Infojobs preguntándome mi opinión sobre el proceso de selección en el que estoy para la empresa X, que, por supuesto, no se ha puesto en contacto conmigo en el mes y medio que hace que aparezco como "En proceso", me dan ganas de ser tremendamente sincera. Y de ponerlo, no sólo en Infojobs. En todas partes. Para que lo vean mi lista (pequeña, pero selecta y creciente) de followers, mis más de 600 contactos en Facebook, todos los participantes de los grupos de búsqueda activa de empleo y Social Media de LinkedIn, y, por supuesto, el todopoderoso Google, que no se pierde una.

¿Cómo se te ocurre descuidar tu reputación de esa manera frente a los candidatos? No me considero una líder de opinión, ni mucho menos; pero estoy cerca de algunos de ellos. E incluso aunque no lo estuviera, ¿qué crees que va a pasar si acabo en un anunciante y tengo que contratar los servicios de una agencia? ¿No crees que recordaré cómo tratáis a la gente en la tuya?

La imagen de marca se construye desde dentro hacia fuera. Los empleados son los embajadores de la marca, al fin y al cabo. Y los equipos de RRHH tienen que ser conscientes de la imagen que transmiten en sus actuaciones. De cómo contratan, gestionan y despiden a la gente.

Como no tengo ganas de señalar con el dedo, lo haré al revés. He tenido dos gratas experiencias en este sentido: en DNOiSE y en Abante Asesores. Ambos han respondido a mis candidaturas (una a través del buzón genérico de RRHH, otra a través de su formulario web; en ambos casos sé que tienen procesos abiertos para gente con mi perfil). Y ojo, que sólo hablo de e-mails automáticos. Pero en ambos me han agradecido querer formar parte de su equipo (¡y es que una candidatura espontánea es un halago!), me han explicado qué están buscando, qué pasos van a seguir con respecto a mi CV, y me han garantizado que atenderán mi mensaje. En el caso de Abantes, incluso, que se pondrán en contacto conmigo tanto si encajo como si no.

Así es como se construye marca. En todas las acciones de la empresa. No puedes querer una página de Facebook y un perfil de LinkedIn para hablar de tú a tú con tu público si ni siquiera respondes los e-mails de los candidatos.

¿Empezamos por el principio?

martes, 8 de marzo de 2011

Orange: Un ejemplo de proactividad en la atención al cliente

Generalmente las operadoras de telefonía están entre las empresas peor valoradas por los consumidores. No son "suministros básicos", pero a día de hoy un mal servicio de teléfono o Internet puede provocar tremendos problemas a casi cualquier empresa, autónomo, e incluso particular hiperconectado a lo Enjuto Mojamuto.

La competencia es feroz dentro del sector, y los cambios de tarifas y ofertas se suceden a tal ritmo que no hay quien siga las novedades. Sobre todo aquellos que vamos enganchando un contrato de permanencia tras otro a cambio de regalos de terminales o descuentos en las tarifas. Pero eso no genera tanto un público fidelizado como un público cautivo, que en cualquier momento puede encontrarse decepcionado por el servicio de su compañía y, en función de hasta qué punto haya llegado el problema, pagar la penalización necesaria y cambiar de compañía, donde tendrá una tarifa indistinguible de la que tenía, mejores ofertas de terminales, y una promoción de descuentos para nuevos clientes que le compensará la multa.

Sumemos a esta situación una interesante infografía que compartía Alfredo Vela (@alfredovela) sobre las formas más rápidas de perder clientes:



¿Cómo es posible que en estas condiciones los grandes operadores de telefonía no tengan todos sus esfuerzos orientados a mejorar la atención al cliente? En lugar de eso, mantienen campañas de telemarketing con una mala gestión de los datos (quién no conoce a alguien a quien no paran de llamar a mediodía para que acepte una oferta que ya ha rechazado) y convierten sus call-center en máquinas de reconocimiento de voz cada vez menos usables (siempre que llamo al 123 de Vodafone me pregunto qué hará mi madre cuando tenga un problema con el móvil).

Parece que Orange se ha puesto las pilas, y desde luego gana a su competencia de lejos.

Me he mudado en octubre y cuando llamé para hacer el cambio de domicilio me agradecieron que quisiera seguir con ellos (tenía un contrato de permanencia que no había vencido, pero fingieron no verlo) y me recompensaron mi fidelidad con un descuento en las siguientes facturas (no recuerdo si eran 6 meses o un año). Tuve todo tipo de problemas técnicos con el traslado, eso es así y no se me olvida, y de hecho puse una reclamación porque estuve sin Internet un mes (habiendo hecho los trámites con tiempo de sobra para tener la conexión lista al mudarme). Les intenté explicar que necesitaba mi conexión para trabajar desde casa y que no podía levantarme cada mañana y encontrarme con que no tenía Internet o se había vuelto a caer el teléfono, y me sentí completamente ignorada.

Y sin embargo, este mes recibí una carta en la que se disculpaban por las molestias que hubiera podido causarme un problema en la línea el día 4 de febrero (mi compañera de piso y yo estuvimos fuera casi todo el día, así que esta vez ni siquiera nos habíamos enterado), y me indicaban que iban a efectuar un descuento en mi próxima factura como compensación.

Ese detalle, esa sensación de que un operador de telefonía entiende que les necesito y en vez de aprovecharse de la situación se disculpa y me compensa cuando no ha estado a la altura de mis necesidades, es de los que pueden permitir que yo recomiende a alguien cambiarse a Orange.

Al final, problemas técnicos tenemos todos y lo que realmente queremos es que alguien responda cuando pasan.

martes, 1 de marzo de 2011

Para qué NO sirve twitter

Leo hoy en un artículo de Ciberpaís a Javier Celaya diciendo que vivimos en una "Sociedad bella durmiente". A mí, que me chiflan las relaciones sociedad occidental-mundo Disney, me llama la atención enseguida y aunque ando muy justa de tiempo acabo por pinchar y leer.

Leo es un decir. Porque paso por el artículo tal y como a Nicholas Carr le preocupa, demostrando con mi lectura diagonal mi "digitalismo nativo". Creo que no me quedo con ninguna frase (salvo con "si no cuenta, son cuentos"; pero es trampa, porque es la que el periodista quiere que retenga, y eso lo único que demuestra es no tener criterio) hasta que, ¡zas!, ahí está: "La gente no se da cuenta de que también cambian la forma de escribir. Desde la irrupción de Twitter he notado que las frases son más cortas y la prosa más directa".

Si todo se convierte en que hacemos frases más cortas y más directas, no debería existir problema alguno. Para muchos, twitter está siendo una forma de aprender "por las malas" aquello que nos explicaban en primero de carrera a los no-periodistas-pero-en-fin de las 4-C: Claridad, Concisión, Corrección, Coherencia.

[Está bien, dejémoslo en Claridad y Concisión.]
 
Los 140 caracteres imponen varias limitaciones. Orientan la escritura hacia el eslogan, hacia la frase que sentencia, al puntoyfinal de la conversación. Cosa que, tal y como yo la entiendo, va en contra del espíritu de diálogo que debería marcar toda comunicación que quiera llamarse 2.0. Ser breve es genial: ahorra tiempo a tus lectores. Ser breve para que puedan hacer un RT que incluya tu nombre de usuario ya no es tan generoso pero es, al fin y al cabo, una exigencia de aquellos que utilizan el medio para posicionarse (como marcas o como personas). Pero ser tan breve también impide que cualquier comunicación en twitter sea fruto de una reflexión profunda, ordenada y argumentada. Y esto tiene consecuencias.

En primer lugar, que como decía Vigalondo antes de convertirse en el apellido de affaire, es un medio por naturaleza irreflexivo, y por tanto es complicado tomarse en serio lo que en él aparece. Y sin embargo, se toma en serio, diariamente. Para muestra, su caso.

En segundo lugar, que lo que llamamos diálogo en twitter en muchas ocasiones no lo está siendo. Se parece más a una sucesión de monólogos a gritos en un speakers corner de tamaño gigantesco, a una conversación de besugos, o, si queremos quitarle el matiz negativo, a una escena de Esperando a Godot que a un diálogo. Tu pregunta y mi respuesta no caben. Así que hablamos los dos al éter, entendiéndonos a veces. Y otras veces, no.

Twitter debería ser una fuente de distribución de contenidos, un menéame en el que eliges tus fuentes. Una plataforma para dirigir a tu público hacia otro sitio (como hacen muy bien, reconozcamos el mérito, el equipo @desdelamoncloa) donde puedes argumentar con claridad tu postura, donde pueda ampliar la información: a un vídeo, un artículo, un foro; una dirección de correo electrónico, si la conversación lo hace necesario.

Twitter es una maravillosa forma de comunicación instantánea in situ para la retransmisión de acontecimientos en tiempo real. No hace falta que sea un acontecimiento político de relevancia internacional; se ajusta perfectamente a los comentarios sobre una retransmisión. Como le decía a una amiga con ocasión del congreso iRedes, el streaming tiene cosas maravillosas: entre ellas, que es barato y que te permite cuchichear con mucha más gente de la que te cabría sentada al lado.

Twitter es una red fantástica donde intercambiar comentarios ingeniosos entre amigos.

Pero twitter tiene limitaciones. Siguiendo con el argumento de Celaya con que abría este post, es evidente que todo medio de comunicación tiene la capacidad de alterar nuestro lenguaje, y eso no es en sí un aspecto negativo. Deberíamos aprovechar los nuevos lenguajes en toda su potencialidad, pero deberíamos hacerlo para aquellos objetivos a los que sirven, sin olvidarnos de que seguimos necesitando otros medios. Seguimos necesitando blogs y seguimos necesitando periódicos. Seguimos necesitando conversaciones por teléfono, y cara a cara. Seguimos necesitando callarnos y pensar antes de opinar sobre algo. Y a veces necesitamos decir una barbaridad instantáneamente. Pero todas esas formas de comunicación deben ser complementarias.

Ni siquiera todos los anuncios se componen exclusivamente de un eslógan.